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!Mira que luna! Look at that moon! Resources for learning English

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Fernando Olivera: El rapto.- TEXT FROM THE NOVEL The goldfinch by Donna Tartt (...) One night we were in San Antonio, and I was having a bit of a melt-down, wanting my own room, you know, my dog, my own bed, and Daddy lifted me up on the fairgrounds and told me to look at the moon. When "you feel homesick", he said, just look up. Because the moon is the same wherever you go". So after he died, and I had to go to Aunt Bess -I mean, even now, in the city, when I see a full moon, it's like he's telling me not to look back or feel sad about things, that home is wherever I am. She kissed me on the nose. Or where you are, puppy. The center of my earth is you". The goldfinch Donna Tartt 4441 English edition

Sunday, September 19, 2010

...en busca del empeño y la ilusión perdidos..


Reflexiones de una hija, sobrina y alumna agradecida.

A Manuel, Tomasita, Isidorita,
A Sor Balbina, Sor Pastora, Sor Asunción, Sor Josefa del colegio de Santa Ana de Atienza;
A don Gerardo, que me preparó en la escuela pública de Atienza el examen de ingreso libre de bachillerato;
A María Elena Carretero, que me contagió en los veranos su entusiasmo por enseñar, aprender e investigar;
A la madre Gonzaga, la madre San Javier, la madre Mercedes......del colegio de las Francesas de Guadalajara;
Al Dr. Bernal de la Universidad Laboral de Alcalá de Henares;
Al Dr. Cepeda Adán de la Universidad Complutense;
…y a muchos otros que ya no están que tuvieron algo que enseñarme.

……..In memoriam.

Y a todos aquellos familiares, profesores y amigos que seguís conmigo en este fascinante proceso de aprender que nos ocupa, que no es otro que la vida……

Visto el vasto y variado historial académico de Don Rafael Argullol, autor del artículo que me manda un amigo con el comentario ¿“otro debate u o catastrofista”? , no me considero autorizada para darle la razón ni discrepar sobre su contenido, salvo en el ámbito de una tertulia privada. Sería frívolo escribir sobre la universidad actual que desconozco, ni sobre otros aspectos del artículo, que sólo me llegan por los medios de comunicación. Sí puedo decir que no me gusta su tono. Me recuerda otros que recibo a diario, abundantes en referencias generalizadas a “comunidad” “ciudadanos” “políticos” “sociedad”….con tintes descalificadores, tan machaconamente utilizados por los pesimistas, y tan apartados de mi percepción de la realidad que describen. Mal que a alguno le pese, esa realidad es más rica en matices que los términos con que se describe y sus generalizaciones suelen descalificarse por si solas.

Tengo opinión acerca de lo que cuenta, como sobre otras cosas que llegan a mis manos. Pero más allá de lo que piense, mujer de a pie, sobre lo que el hombre argumenta, haré uso de mi actitud optimista, positiva y alegre, -asumiendo el riesgo que esos adjetivos conllevan de una visión sesgada, algo excéntrica o desenfocada de mi realidad- y voy a interpretar que, a veces, usar la forma del catastrofismo -que detesto-, del esperpento y la exageración al expresarse, puede ser un recurso dialéctico para llamar la atención sobre un problema, distorsionando la realidad que, casi nunca, es tan extrema, ni tan clara y "empecinadamente" desastrosa.

Pero hay una cosa sobre la que reflexiono con frecuencia y coincide con el título de su artículo “la cabeza bajo el ala”, con el que me siento, con algo de vergüenza, aludida: no pocas de las personas que conozco, entre las que me incluyo, somos algo pasivas hacia lo que tenemos delante, en nuestras casas. Y en no menos familias, de las que conozco y entre las que incluyo la mía, ya no es una prioridad que sus hijos aprendan, ni brillen en la escuela. Lo veo cada día en los medios que frecuento. No sintiéndome, pues, documentada para tratar de algo tan serio como el mundo de la universidad; ni de listas clasificatorias mundiales de su excelencia, haré algunas intuitivas reflexiones sobre el apasionante proceso de aprender, que aun me ocupa y no es otro que la vida.

Personalmente estoy, -sigo diría yo-, obsesionada y entristecida (y eso que no tengo hijos, ni pude acceder profesionalmente a lo que más quería: la docencia) con lo que me cuentan mis amigos profesores de la enseñanza pública sobre actitudes de algunos de sus alumnos en las aulas y sobre el escaso apoyo que encuentran en algunas familias de los niños y en parte de la administración educativa. Y recuerdo por contraste, con nostalgia, mi infancia y el ambiente de apoyo social y familiar a profesores, escuelas y todo lo que significara aprendizaje en el que crecí y viví hasta hace muy pocos meses: exactamente hoy hace seis meses que me dejó mi madre, cuyo máximo EMPEÑO fue vivir, aprender, enseñarnos y disfrutar……..a pesar de los pesares.

Qué lejos está EL EMPEÑO de nuestros padres, rurales muchos de ellos, con no demasiados medios a principios de los sesenta, (sin agua corriente -ni caliente ni fría-, sin calefacción, sin institutos cerca, sin ambulatorios, sin sofisticadas pruebas diagnósticas, con "igualas médicas" del médico rural, sin luz eléctrica durante el día...............) en que sus hijos estudiaran, supieran más que ellos, fueran a la universidad y tuvieran la carrera universitaria que ellos nunca pudieron estudiar, a su pesar. Y así se desprendieron de nosotros, cuando solo teníamos 9 o 10 años, llevándonos a estudiar a la ciudad. Mi tía Isidora decía a sus casi 94 años, que el mayor trauma de su vida fue tener que abandonar la escuela por la edad, a los 14. Ya he contado a mis cercanos alguna vez que hasta el último día de su vida se esforzó por aprender algo nuevo, sin dejar de recordar lo que sabía.

Qué estrictos con nuestras notas…. Mi padre me decía: tu obligación es estudiar como el minero, que trabaja bajo tierra en la mina, o el obrero de la construcción, a la intemperie. Aún muchas mañanas al despertar, cada vez más temprano con la edad, me llega el recuerdo de aquéllos mineros y obreros a los que trataba de emular con mi esfuerzo, tan pequeña en la escuela, y cada día, inexorablemente, sigo dando gracias a la vida, a mi familia....... por esta vida mía, vida nuestra, tan distintas. Muchos de aquéllos niños tenemos hoy más medios e información, somos más ricos; pero hemos sido, creo yo, algo negligentes con lo más importante que nos dieron: SU EMPEÑO.

Y, volviendo a mi experiencia personal, sobre lo único que me siento autorizada a escribir, gracias a lo poco que me queda de su EMPEÑO, a mi pesar ya sólo mío, nunca he dejado de estudiar ni aprender y, quizás por eso, no he necesitado aún –aunque al final todo se ande- recurrir a psicólogos o ansiolíticos, en situaciones complicadas que la vida, como a todos, me ha ido deparando. Sé que mi relación con lo nuevo que aprendo, me aporta el equilibrio necesario para afrontar y disfrutar de muchas otras facetas de mi vida....... Y es a ellos, -mis padres, mi tía, mis profesores- a quienes tengo que agradecérselo. A los primeros, porque antepusieron nuestra formación a irse de vacaciones, cambiar muebles de la casa o comprar ropa; y a mis profesores (entre los que te cuento), porque me transmitisteis curiosidad y amor por aprender. Pasados con creces los cincuenta, aún recuerdo agradecida, algo de lo que me enseñasteis cada uno de vosotros, no relacionado con la materia que explicabais….por cierto.

No sé si es un debate necesario o sólo catastrofismo –que detesto-; tal vez. No sigo de cerca la universidad, más allá de lo que me cuenta, de tarde en tarde, mi hermano Manolo; pero lo que sí sé es que la diferencia, lo que engrandece a un país, a un pueblo, sólo estriba en la medida en que sea capaz de hacer avanzar su educación y sanidad públicas -tan maltratadas a mi, a nuestro pesar-. Sé igualmente que la educación y sanidad públicas y la actitud de las familias hacia estas siguen siendo las dos herramientas básicas de atenuación de desigualdades sociales y de mejora en el proceso de lograr cierta igualdad de oportunidades.

Las inversiones en instalaciones, profesionales y formación, para que triunfen, tienen que ir íntimamente unidas a actitudes preventivas en ambos campos, -salud y educación- cultivadas en el ámbito familiar y doméstico; si bien propiciadas, mimadas y apoyadas de cerca por políticas públicas que puedan ponerse en práctica con sentido común, -que sólo el contacto diario con la realidad hace posible-, en la escuela y en el ambulatorio, por los docentes y los profesionales sanitarios; con la celosa protección y supervisión de los poderes públicos y la sociedad como colectivo, formada por todos sus individuos con nombres y apellidos.

La excelencia de las escuelas, institutos y universidades vendrá sola por añadidura: When the mind is ready a teacher appears…….., dicen los ingleses, a los que tampoco falta razón cuando afirman que When there is a will there is a way, sayings o dichos ambos que se complementan. Extrapolándolo al ámbito de la salud, yo añadiría que cuando la mente está ocupada en aprender, los poros concentrados en el proceso no dejan acceso a ningún virus.

Desde la alegría y optimismo que me definen, pienso que como generación hemos de estar alegres y orgullosos de haber conseguido tanto en los últimos 30 años; habiendo logrado mejorar casi todas nuestras condiciones de vida. Pero desde la alegría y el optimismo, creo que hemos de mantener la capacidad de reflexión sobre lo manifiestamente mejorable y sobre aquello en lo que nos hemos equivocado; sin olvidar lo que sin duda hemos descuidado, con la comprensible euforia de los logros, y que URGE RECUPERAR como país, individual y colectivamente: EL LEGADO DE SU EMPEÑO y SU ILUSIÓN,………por los que, personalmente, siento a diario nostalgia, desde que ellos –mis padres, mi tía, y algunos de mis profesores - me faltan. ¿Es esto posible con la cabeza bajo el ala?

Mira que luna.
Hija, sobrina y alumna agradecida.

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